martes, 20 de julio de 2010

Mi peor enemigo (1/3)

Un relato menos corto que otros.

Mi peor enemigo (1/3)

I

Madrid. 1 de febrero de 2010

La teoría de los universos múltiples de Hugh Everett postula que existen innumerables realidades paralelas y alternativas. Que cada vez que un aspecto del Universo es sometido a una disyuntiva, cada vez que un sujeto ha de optar entre una cosa o la otra, la realidad se desdobla en dos. Es decir, que de cada decisión surgen dos dimensiones paralelas. En uno de los universos paralelos te atreviste a besar a la mujer o al hombre de tu vida y en otro, no. Hay universos en los que tú existes y otros en los que no, porque tus padres no llegaron a congeniar.

Sé que te sonará raro. Yo hace bien poco no habría dado ni un duro por semejante teoría. Pensaba que, con cada decisión, mi vida se encaminaba por un sendero y que ese camino excluía todos los demás. Que sólo se vive una vez.

Ahora sé que nuestra vida se repite incontables veces, en algo parecido a lo que Nietzsche asimilaba a la eternidad en su teoría del Eterno Retorno. Pero Nietzsche falló en un aspecto fundamental: él decía que estábamos condenados a repetir nuestros mismos errores infinitas veces y lo cierto es que estamos condenados a cometer eternamente errores distintos.

Ahora sé que, en otras realidades, soy alcalde corrupto, fontanero, taxista... Las posibilidades son, en teoría, infinitas, así que todos esos otros mundos deben existir. Otros mundos en los que Hitler no invadió Polonia y la Ley de Costas impidió la construcción del Hotel Bali en Benidorm.

Sé que todo esto puede parecer tremendamente extraño, pero para conocer mi historia es indispensable esta exótica introducción. Te pido un último esfuerzo: imaginemos que en uno de los universos posibles has tomado la decisión de poner fin a tu vida. Puedes haberte suicidado incluso varias veces, en distintos momentos de tus vidas paralelas, pero siempre habrá alguna realidad alternativa en la que no tomaste esa fatal resolución. Los seguidores de Hugh Everett denominan a este concepto inmortalidad cuántica.

Yo me suicidé. Por eso sé todo esto. Me suicidé y no se apagaron las luces, sino que vine a parar aquí. Además, por alguna razón –intuyo que tiene que haber una razón–, no volví a nacer y a empezar otra vida alternativa desde cero, sino que vine a parar precisamente a este lugar y en este momento.

Hasta aquí la introducción. Lo más extraño viene a partir de ahora. No sigan leyendo sino quieren; el mismísimo Hugh Everett se tuvo que enfrentar a la incredulidad de sus compañeros y dejó la investigación. Después de eso, Everett –padre, a la sazón, del líder de The Eels, banda autora de canciones como Novocaine for de soul– se hizo absurdamente rico aplicando sus conocimientos de matemáticas al campo de los negocios.

Es posible que yo también me haga rico con todo esto.



II


Decir “yo vine desde otro universo paralelo” suena un poco fuerte. Es como si te contase que soy un marciano. Nada de eso. Mi realidad alternativa se diferenciaba de la tuya en muy pocas cosas y todas ellas están relacionadas directa o indirectamente con mi persona.

Yo soy el Javier Salamanca de la dimensión paralela en la que Javier Salamanca ha metido la pata en todas las decisiones importantes de su vida. En mi mundo, me he equivocado en todas aquellas elecciones que podrían haberme dirigido no ya hacia lo que se considera una vida de triunfo, como la del Javier Salamanca de esta dimensión, sino, al menos, de una moderada felicidad y estabilidad. He fracasado estrepitosamente en el amor, el dinero, la salud, el trabajo... incluso en el ocio, si es que tal cosa es posible. Ahora mismo no se me ocurren más categorías en las que se pueda compartimentar una vida humana, pero, si las hay, también he fracasado en ellas.

Escogiera lo que escogiese siempre era la peor opción posible. Fui buscando todas las puertas cerradas y todos los pasillos llenos de trampas en mi recorrido a través del laberinto vital y llegué a un culo de saco. No quise seguir jugando. Con 36 años, sin trabajo ni subsidio de paro, sin pareja, sin que mi familia quisiera saber nada de mí, adicto a las drogas y al borde de la indigencia, tomé la terrible decisión de darme por vencido: hacer una bola de papel arrugado con mi laberinto vital y echarla a reciclar. Decidí seguir el consejo de Max Estrella a Don Latino: volar desde el Viaducto de la calle Bailén hasta el pavimento de la calle Segovia, cuarenta metros más abajo.

Lo siguiente que recuerdo es despertarme en la acera. No tenía ni un rasguño. Al contrario: estaba como nuevo, regenerado. Me puse a caminar hacia mi casa y, en el trayecto, me sorprendió que muchas personas a las que yo no conocía de nada se me quedaban mirando. No entendía nada y me costó días enteros entenderlo.

Llegué hasta la que creía que era mi casa, es decir, la que hasta entonces había sido mi casa. Los nuevos inquilinos, una numerosa familia bengalí, llevaban viviendo allí tres años, según me dijeron. ¿Me he despertado en el futuro?, pensé. No. No era tan fácil.

Mi tarjeta de débito, que, de todos modos no tenía fondos, no era reconocible para ningún cajero automático, así que vagaba sin dinero ni casa cuando casi me dio un infarto al mirar hace el escaparate de una tienda de electrodomésticos y ver mi propia imagen repetida seis o siete veces. No. No era mi imagen recogida por una videocámara que enfocaba hacia la calle. Era otro yo, más trajeado que yo, participando en una tertulia de la tele. Mi cara aparecía en diferentes tamaños y con distintos matices de color en monitores de diferentes formatos y modelos. Debajo, un letrero sobreimpreso aludía a las descargas ilegales en Internet.

...continuará

5 comentarios:

  1. Es el famoso virar a la izquierda en lugar de hacerlo a la derecha... y todas las consecuencias que ello implica !!!!

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  2. Esperando a la segunda parte. No tardes mucho en escribirla que tiene buena pinta.

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  3. No os preocupéis, que la segunda parte ya está escrita. La segunda y la tercera. Lo escribí todo en enero.

    Ahora este relato ya no me gusta demasiado, ni fondo ni forma... pero bueno, he pensado que estaría bien compartirlo y darle una segunda oportunidad.

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  4. Ais, que no te gusta... Ese sentido autocrítico! A mi me parece genial! Super interesante. Entretiene, enseña y engancha algo que está más que bien para un texto, no?
    Corre con la siguiente parte, tus agradecidos lectores te esperan!!

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