Hace tiempo tuve tanto miedo de perder el tiempo
(y soy tan desastre, lo pierdo todo),
que lo acabé repartiendo por ahí.
Y ahora estoy en deuda de horas y minutos contigo.
Tenía miedo de perder mi tiempo
y se lo di a otros, para que me lo guardasen.
Y ahora peleo para que me lo devuelvan
(y no es fácil).
Exijo que me devuelvan cada minuto y cada segundo
invertido en fondos de escasa rentabilidad
que no me ofrecen, ni siquiera, una esperanza
de futuro, como la que me ofreces tú.
Ahora que me he dado cuenta de que
no se puede ahorrar el presente
y que lo único que se puede almacenar es el pasado
y sólo sirve como lastre, exijo que me devuelvan mi tiempo.
No lo quiero para mí, sino para gastármelo en ti.
Para invertirlo en lo único que merece la pena.
Para darte las horas, los minutos, los segundos,
los lugares, las palabras:
el tiempo y el espacio y los poemas que no son poemas.
Porque no pienso que esté perdiendo el tiempo contigo,
sino ganándolo.