viernes, 16 de mayo de 2008

Recortes a la noche de Malasaña

por S. López.

· La fuerte presencia policial frena los excesos nocturnos, pero algunos creen que el barrio está perdiendo su esencia

· El Ayuntamiento está obligando a reducir el horario de apertura a algunos locales emblemáticos


Sábado noche en Malasaña, barrio canalla y alternativo de Madrid desde la época de la movida madrileña y origen de las más castizas esencias de la capital desde que sus calles trajeron al mundo a los chulapos. Unos 25 jóvenes se amontonan en la puerta de un local de aspecto cutre, cubierto de pintadas y pegatinas. Casi todos rondan la treintena y la mayoría tiene un título universitario y un trabajo mal pagado en alguna oficina.

Dos policías municipales les cortan el paso. El local acaba de cerrar, indica el agente con cara de pocos amigos. Son más de las tres de la mañana y el Nasti –“La discoteca más indie de Madrid, abierta de 12 a 6”, según define onMadrid– era la opción que todos ellos habían elegido para seguir la fiesta.

El grupo se divide en busca de otro local abierto. Unos por aquí y otros por allá, se toparán con cuatro policías locales en el Metro de Tribunal, cuatro en la esquina de San Andrés con La Palma, cuatro más en Espíritu Santo, seis en la Plaza del Dos de Mayo… De jueves a sábado el despliegue policial nocturno es imponente en el barrio. Puede llegar a 70 efectivos, según confirma Verónica San José, portavoz de la Policía Municipal.

Mucha gente piensa que este dispositivo comenzó a raíz de los altercados que se produjeron el 2 y el 3 de mayo de 2007 y que acabaron con 68 heridos –23 de ellos policías– y 20 detenidos, pero la portavoz policial asegura que estaba previsto “de mucho antes” y había sido planificado “a raíz de las peticiones de mayor seguridad por parte de los vecinos”.

La presidenta de la Asamblea Ciudadana del Barrio de Universidad (ACIBU), Isabel Rodríguez, valora positivamente la incidencia de este plan de seguridad. “El barrio ha mejorado bastante; no hay lugar para el vandalismo que se daba antes todos los fines de semana… incluso está empezando a venir bastante turismo”, añade. María, de 50 años y vecina de la calle Velarde, está de acuerdo. “Se ha recuperado algo de la esencia del barrio, por ejemplo, las terrazas en la Plaza del Dos de Mayo”, asegura.

Pero no todo el mundo aplaude la presencia masiva de fuerzas del orden. “Estoy cansado de que me registren y me pidan la documentación, día sí, día también”, se queja David –27 años–. Él, al contrario que María, cree que el barrio “está perdiendo su el espíritu”, el de La Movida.

Rita, que trabajaba como camarera en Nueva Visión, uno de los locales nocturnos más emblemáticos de Malasaña, se queja de que su vecindario –vive en Alonso Martínez, a medio kilómetro– también es zona de copas y allí “nunca hay policía”. “Les he llamado cientos de veces y no han hecho ningún caso”. Desde la policía local se asegura que no se ha detectado en ningún otro barrio una demanda de seguridad comparable a la de Malasaña.

Los propietarios de los bares y discotecas han tenido sus más y sus menos con los agentes municipales. Según recuerda Giorgio, camarero del pub Remember, durante la segunda mitad de 2007, la policía les obligó a cerrar antes de tiempo sin ninguna explicación varias veces. “Ahora están más tranquilos y se limitan a ser escrupulosos con las licencias”, explica.

Un ejemplo: desde finales de marzo, dos policías se presentan todas las noches en la sala Nasti y obliga a sus dueños a cerrar antes de las tres y media de la mañana alegando que hay un problema con la licencia del local. Los habituales de la noche malasañera, entre ellos, los jóvenes que hemos dejado buscando algún bar abierto, llevan ya varias semanas preguntándose qué pasa con el Nasti.

“Lo que pasa es nos estamos arruinando”, responde Chema, gerente de la sala. “La gente viene a Nasti a partir de las tres, ya están acostumbrados… así que llevamos más de un mes casi sin hacer caja”. Para salvar su negocio, Chema y sus socios han preparado ‘Free Nasti’, una serie de conciertos para reunir fondos. Además, están dispuestos a llevar al Ayuntamiento ante el contencioso-administrativo.

Hace unos diez años, el Consistorio reorganizó las licencias de los locales de ocio. El abogado de Chema, Carlos Carretero, considera que Nasti, por sus características, debería haber sido calificado entonces como ‘sala de fiesta’, autorizada a cerrar a las seis. Sin embargo, la responsable de ACIBU asegura que la Junta de Distrito Centro les ha confirmado que éste y el resto de locales de la zona de la zona son simples ‘bares especiales’, obligados a cerrar a las 3.30.

“En diez años, nadie ha puesto pegas a la licencia que pagábamos”, insiste Chema. Su abogado sostiene los funcionarios municipales no quieren enseñarles el expediente “porque saben que lo están haciendo mal” y que el Ayuntamiento actúa “de manera irregular” porque quiere reducir el número de noctámbulos en las calles de Malasaña. Mucha gente cree que se persigue cambiar la idiosincrasia del barrio para hacerlo más rentable. Por ejemplo Fernando Roch, Catedrático de Urbanismo de la Universidad Politécnica de Madrid y vecino del barrio, quien cree que el Ayuntamiento busca revalorizar la vivienda en la zona y “echar a los jóvenes mileuristas del barrio para crear una zona homogénea de gente de clase media-alta”.

Pero, por el momento, Malasaña sigue estando poblada por mayores y jóvenes y, pese a que cada grupo parece tener ideas muy distintas acerca de “la esencia del barrio”, quizá hay un pequeño espacio para el entendimiento. Por un lado; David, Giorgio y Rita reconocen que la situación durante el apogeo del botellón en la zona era insostenible. Por otro; María no quiere que las tiendas del barrio acaben convertidas en carísimas boutiques. Y, pese a que Isabel Rodríguez aplaude las medidas policiales del Ayuntamiento, la asociación vecinal que dirige ha criticado frontalmente la decisión municipal de dejar sin fiestas al barrio desde 2005. “Las calles del barrio tienen que llenarse de le gente del barrio… para así no dejar espacio a la gente que trae problemas”, concluye Rodríguez.

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