sábado, 31 de diciembre de 2011

El limbo

El limbo
Sergio López, 2011

Se oye un leve pitido en la sala de espera, ¡pip!, y el teleindicador que mostraba el número R910 pasa a mostrar el número R911. El portador del número R911 se levanta y se encamina hacia el mostrador de REGISTRO. Es un hombre joven. Demasiado joven para estar ahí. Lleva una carpeta azul de gomas, llena a rebosar de una cantidad fabulosa de papeles y formularios. "Esta vez, sí", piensa. Por fin lo tiene todo para hacerse con el concurso y acceder a la plaza. La carpeta cae sobre la mesa con estruendo, ¡blam!, y el joven se toma un momento para recuperar el aliento antes de hablar.
-Aquí está toda la documentación que me faltaba, junto con la actualización de la que ya traje en su día. Tal y como me pedíais. La vida laboral, la solicitud de acceso, el expediente académico, la carta de recomendación del párroco de mi barrio y el certificado de buena conducta. Los formularios E310, E330 y E789. El aditivo E300 y el certificado de compra del líquido embalsamante. Todo fotocopiado, sellado, compulsado y por quintuplicado. Escrito en letra verdana 12 puntos, con interlineado doble, a una cara y metido en sobres A-4 sin lacrar.
-¿Trae el certificado de defunción? -pregunta uno de los dos funcionarios, desde el otro lado de la mesa.
-Desde luego -responde el joven-. Fue toda una aventura conseguirlo, pero aquí está. El certificado de defunción.
-Bien.

El funcionario recoge la montaña de papeles. Entre todos aquellos legajos, el certificado de defunción y la factura del líquido embalsamante tienen un extraño aspecto de materialidad. Los va colocando, uno a uno, en un cajón. La funcionaria que está sentada a su derecha le lanza una mirada de complicidad y al funcionario se le escapa una sonrisa irónica. Al joven no le gusta aquello.
-Eh, un momento. ¿Qué pasa? Os he traído toda la documentación que me pedíais. ¿No?
-Sí, sí, claro -responde el funcionario.
-Y la he traído en fecha, si no me equivoco. El plazo de alegaciones terminaba pasado mañana. ¿No?
-Correcto. El plazo de alegaciones concluye pasado mañana.
-Entonces, ¿qué pasa? Acabo de ver como os reíais de mi documentación.
La funcionaria de la derecha mira al joven con dulzura.
-Es que... A ver... tú vienes aquí, con toda tu buena intención, habiendo hecho las cosas bien. Habiéndote portado bien, como quien dice. Y nosotros no podemos evitar...
-Evitar qué, señora -inquiere el muchacho.
-Lo que mi compañera quiere decirte -añade el funcionario- es que... ya sabes cómo son estas cosas.
-No. No sé cómo son estas cosas -responde, enfadado, el joven.
-A ver, chico -pregunta la funcionaria-, ¿tú tienes padrino?
-¿Cómo padrino?
-Que si conoces a alguien en el comité de selección.
-No.
-¿No conoces a nadie en el comité de selección?
-¿A quién voy a conocer yo del comité de selección? ¿A San Pedro?
-Podría ser -dice la funcionaria-. Hay gente muy bien relacionada.
-Lo que mi compañera quiere decirte -continúa el funcionario- es que, si no tienes ningún padrino en el comité de selección, no tienes ninguna posibilidad de acceder. Ya sabes cómo son estas cosas...
-No. No sé cómo son estas cosas. ¿Por qué no tengo ninguna posibilidad?
-Si dices que te hemos dicho esto, lo negaremos. A ver: las plazas para el lugar al que tu quieres acceder  están ya dadas, tienen todas ya dueño...
-¿Qué?
-...y son todas para la gente que viene con padrino. Amigos.
-¡Pero -el joven está indignado- eso es una vergüenza! Entonces, ¿para qué se hace un concurso público?
-Hombre, hay que mantener las formas -responde la funcionaria.

El joven se ha puesto rojo de ira.
-Me he hartado -dice-. Llevo toda mi vida preparándome para acceder a este lugar. Toda mi vida. Y las últimas semanas me las he pasado, como alma en pena, reuniendo toda la documentación que me habéis pedido. He cumplido religiosamente todos los requisitos y mandamientos. Según el baremo que aparece en las bases que habéis publicado, mi puntuación debe ser altísima. De las más altas. Seguro. Pero ahora resulta que para entrar se te tiene que haber aparecido un santo.
-Bueno, yo que tú -dice la funcionaria, alisándose un pliegue de su túnica blanca-, lo seguiría intentando, mi alma. Total, tienes todo el tiempo del mundo. Y este es un muy buen puesto. Y es para siempre.
-Paso. He hecho todo bien durante toda mi vida y parece que no ha servido de nada. Se me ha agotado la paciencia. No aguanto ni un minuto más en el limbo. Me voy Abajo, que seguro que es mucho más fácil entrar.
-¡Uyyyy! ¡Abajo! -exclama la funcionaria- Lo de Abajo lo privatizaron, pero es muy difícil entrar, igualmente. Si no tienes contactos, muy complicado.
-Bueno -tercia el funcionario-, a veces, el mismísimo señor Cerbero entrevista personalmente a los candidatos a acceder a Lo de Abajo. Si le caes en gracia, tienes alguna posibilidad de entrar sin enchufe. Pero, para eso, tienes que demostrarle que eres un auténtico cabrón sin escrúpulos, cosa que veo complicada en tu caso.

El señor Cerbero es el jefe de admisión de personal de Lo de Abajo, del mismo modo que el señor San Pedro es jefe del mismo departamento en Lo de Arriba. El señor Cerbero es un perro de tres cabezas, mientras que el señor San Pedro es un anciano de barba blanca y aspecto apacible. Pero el funcionario no ha tenido tiempo de explicar nada de esto al joven: han tocado las dos en punto en el reloj de las oficinas centrales de las Puertas del Cielo y el funcionario, su compañera y el resto de empleados han salido volando (literalmente) o se ha desvanecido  mágicamente entre la bruma de las nubes. El joven se ha quedado sentado frente al mostrador vacío, mirando hacia la nada eterna y asumiendo que, pese a lo mucho que se ha preparado, le tocará quedarse en el limbo durante el resto de su muerte.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Cabeza de Bombilla (2ª entrega)

Cabeza de Bombilla (2)
Sergio López, 2011

De Chimeno se podía decir que era el listo de la clase. Pero no un listo empollón, repelente, que saca buenas notas, pero que es un inútil social. No. Sacaba buenas notas y, además, era el líder de la pandilla. Era muy maduro para la edad que tenía. Todos los niños hacían lo que el decía y de todos nosotros era el único que había empezado por entonces a interesarse y a despertar el interés de algunas niñas. Hablaba con un aplomo impresionante y se le daban bien todos los deportes. Recuerdo que por aquel entonces, en 5º de EGB, me empezaba ya a caer mal.

Yo no era tan listo ni tan carismático como Chimeno, pero me sentía irremediablemente obligado a competir con él en algunos aspectos. Se me daba fatal la educación física, pero en todo lo demás intentaba competir con él. Y siempre perdía yo. No había nada que hacer: él era un chaval sobresaliente y yo era un niño 'siete y medio'. Creo que a lo largo de toda mi vida académica he sacado esa nota -7,5- en las tres cuartas partes de los exámenes que he hecho. Ni más, ni menos.

Urko, pese a ser muy callado, también era un chico, a su manera, carismático. En realidad, su principal aliciente era ser vasco y tener a Aitor de hermano mayor. Aitor era mucho más hablador y siempre venía rodeado de historias fascinantes trufadas de palabras extrañas como 'Puente de Deusto', 'Hospital de Cruces' o 'Ertzaintza'. Urko, Aitor y sus padres se habían trasladado un par de años antes desde Sestao. El padre, que originariamente era gallego -creo recordar-, se había quedado sin trabajo en los Altos Hornos de Vizcaya y la familia, vete a saber por qué, acabó trasladándose a nuestro barrio.

Parra era un niño normal. Competente jugando a las chapas y al fútbol, era también un buen aliado a la hora de meterse en líos. Los planes los ideábamos Chimeno y yo, generalmente, pero Parra era fundamental en las tareas logísticas, ya que tenía una asombrosa facilidad para conseguir -y, en su caso, fabricar- objetos indispensables, tales como petardos, balón de fútbol reglamentario, tirahuevos...

Y luego estaba Cabeza de Bombilla, que era un crío realmente extraño. Urko era poco hablador, pero Cabeza de Bombilla casi nunca decía nada. No había forma de saber nunca en qué estaba pensando; si es que estaba pensando en algo. Era más bajito que nosotros, muy delgado, estrecho de hombros y cabezón. En nuestra ilimitada crueldad de niños de 10 años, le habíamos bautizado como Cabeza de Bombilla porque tenía una gran cabeza sobre la que le crecía un pelo rubio escaso y fino que apenas podía ocultar la irregularidad de la forma de su cráneo, que se ensanchaba anormalmente por encima de las orejas. Nosotros pensábamos que era tonto... pero el caso es que estaba siempre ahí. Era algo extraño: nadie le llamaba, nadie se tomaba la molestia de irle a picar al telefonillo después de la hora de la merienda para que se bajase, nadie le dirigía la palabra en clase para explicarle que habíamos planeado hacer por la tarde. Pero, sin que tuviéramos ni idea de cómo ni porqué, Cabeza de Bombilla siempre estaba ahí.

Y también estuvo aquel día de finales de primavera en el que pasamos a la Finca. Recuerdo que aún había clases, pero hacía mucho calor y la hierba de los solares ya había empezado a agostarse. Después de haber quedado en nuestro barrio, habíamos llegado a la parte posterior de la finca, la más alejada de la carretera y colindante con un olivar descuidado y un descampado. Días antes habíamos visto un lugar por el cual, arrastrándose, uno podía atravesar fácilmente la alambrada que, por otra parte, nos parecía imposible de saltar. No lo recuerdo nítidamente, pero probablemente el agua de la lluvia de los meses anteriores había erosionado un pequeño canal sobre el suelo arenoso, a los pies de la valla, y éste era lo bastante grande como para permitirnos pasar. Según descubrimos aquello, entrar adentro de la Finca se convirtió en una obligación. No es que no nos diera miedo. Nos lo daba. Pero era una cuestión de honor.

Lo preparamos todo durante un par de días con la minuciosidad de niños de 5º de EGB. Yo dibujé sobre una hoja de cuaderno de cuadros un mapa aproximado del perímetro de la Finca, con la intención de añadir más tarde información sobre el territorio ignoto del interior. Para documentar gráficamente lo que encontrásemos allí dentro, llevaba una cámara Yashica compacta de los años '70 que me habían regalado mis padres meses antes. Parra había conseguido petardos, decía que para ahuyentar a los perros, si los hubiera. Urko pensaba que, en ese caso, era mucho mejor llevar unas salchichas, para tenerlos entretenidos. Chimeno llevaba prismáticos, una navaja y una linterna; y además iba vestido con ropa de Coronel Tapioca. Cabeza de Bombilla no llevaba nada, pero estaba ahí.

Y entramos. Sentí un escalofrío. Había cruzado mucho más que una valla. Había cruzado a otro mundo donde los colores, los olores y los sonidos eran totalmente distintos, por lo que -era de suponer- las normas, las relaciones entre causa y efecto... también debían de ser diferentes. Ese tipo de colores y sonidos yo lo asociaba a ir de excursión, es decir, con adultos. Me sentí completamente desamparado en un mundo que no me pertenecía y sobre el que desconocía todo en cuanto a sus normas y funcionamiento. Es la primera vez que sentí ese tipo de desamparo en toda mi vida. A lo largo de los veinte años siguientes he vuelto a sentirlo muchas veces y en distintas situaciones, pero aquella fue la primera.

Ni siquiera hoy, después de una reforestación, ese pinar es gran cosa. La arboleda no era demasiado frondosa y los pinos no eran muy grandes. Pero tapaban la luz del sol y amortiguaban todos los ruidos urbanos a los que estábamos habituados. Eso, unido a la imaginación de un niño de diez años, equivalía a adentrarse en otro mundo.

Andábamos despacio, intentando no hacer demasiado ruido al pisar la hojarasca. Apenas hablábamos entre nosotros. Yo hacía fotos. Chimeno y Parra escudriñaban todo con atención. Aitor blandía una salchicha en su mano. Cabeza de Bombilla caminaba dócilmente detrás de todos nosotros.

-He visto a un señor -dijo, de repente. Me dio un vuelco al corazón. Su voz me sonó extraña, aunque, a decir verdad, tampoco se puede decir que estuviese habituado a escucharla.
-¿Qué dices? ¿Dónde?
-Ahí -señaló hacia un tronco cortado.
-¿Qué dices? ¡Ahí no hay nadie! -respondió, irritado, Chimeno-. Si tienes miedo, puedes dar media vuelta y volver.

Cabeza de Bombilla, por supuesto, no dio media vuelta. Seguimos caminando un poco más, sobresaltados de vez en cuando por los graznidos de las urracas, hasta que vislumbramos el mítico chalet en medio de los pinos. Yo cogí mi mapa en blanco, calculé, de manera bastante aventurada, la posición en la que, sobre él, nos encontraríamos y señalé tanto nuestro punto de observación como la ubicación de la vivienda.

-Será mejor que nos escondamos detrás de ese arbusto -ordenó Chimeno-. Así no nos verán si hay alguien en la casa.

Nos quedamos quietos detrás del seto, que crecía en torno a una especie de canalización, y desde ahí observamos la casa un buen rato, pasándonos por turnos los prismáticos de Chimeno. No parecía que hubiera nadie. Al cabo de un rato decidimos acercarnos a la casa a mirar qué encontrábamos.

Salimos despacio de detrás del seto y empezamos a caminar. Pero en ese momento sonaron tres ruidos secos en alguna parte indeterminada del bosque. Podría ser el sonido de alguien talando con un hacha pero sólo sonó tres veces y no se volvió a oír.

-Quizá sería mejor que nos volviéramos -dijo, con tono completamente sereno, Chimeno.
-¿Qué dices? -respondí, indignado-. Yo no he llegado hasta aquí para rilarme ahora.

Había encontrado un nuevo campo para competir con Chimeno: a ver quién era más valiente. Y esa vez me parecía que tenía opciones de ganar. Me tragué el miedo que me agarrotaba el pecho y que quería salir por mi garganta. Estaba decido ha continuar hasta el final.

-yo voy a seguir hasta la casa y voy a ver que hay -dije-. El que no quiera que se vaya con su mamá. El que sea valiente que se venga conmigo.

El único que vino fue Cabeza de Bombilla.

(continuará)

jueves, 22 de diciembre de 2011

Cabeza de Bombilla (1ª parte)

Después de muchos años de silencio, creo que ha llegado por fin la hora de que el mundo conozca la historia de Cabeza de Bombilla.

Cabeza de Bombilla (1)
Sergio López, 2011

Aquello sucedió hace muchos años ya. Cuando todavía comprábamos chucherías con pesetas de Franco y había pasarelas metálicas para cruzar la Avenida de Portugal, que todavía no se llamaba Avenida de Portugal, sino Carretera de Extremadura.

Como teníamos prohibido cruzar al otro lado de la carretera, la mayor diversión de los niños de mi barrio consistía en cruzar al otro lado de la carretera. El hecho mismo de contravenir esa prohibición suponía meterse en líos, lo cual suponía una gran ventaja respecto de otras formas de meterse en líos que requerían una mayor planificación y una ejecución más eficiente.

Formas de meternos en líos que practicábamos los niños del barrio y yo cuando teníamos diez u once años eran, entre otras, meter petardos en los tubos de escape de los coches, tirar globos de agua a los transeúntes, tirar piedras a los yonkis... lo típico. Pero la mayoría de las veces simplemente cruzábamos la carretera y vagábamos por el hemisferio prohibido del mundo.

Al otro lado de la carretera estaba, entre otras cosas, la llamada Finca de Franco, hoy Parque Finca Liana. Franco se había muerto hacía unos 16 años, pero, por lo visto seguía muy presente. Había, por entonces, tres sitios que la gente conocía como Finca de Franco -hoy sigue habiendo uno- y todos ellos eran pinares con aspecto tétrico y misterioso, rodeados de leyendas que supuestamente debían disuadirnos de entrar.

En el centro de la Finca de Franco que hoy se llama Finca Liana había un chalet. Nadie lo había visto, porque los pinos lo impedían, pero había un chalet y estaba habitado. Tampoco nadie había visto entrar ni salir a nadie y, de hecho, la finca no tenía una entrada propiamente dicha, sino que estaba completamente perimetrada con  una alambrada, pero en el chalet había gente. Desde los bloques de vivienda de los alrededores se atisbaba un tejado de pizarra y se veía como salía humo de una chimenea y, de vez en cuando, a través del pinar, se entreveía a gente. Gente cavando zanjas, transportando troncos de madera. Había todo tipo de leyendas en torno a esa gente: que eran ricos, que eran nazis, que eran rusos, que eran masones, que secuestraban a los niños que merodeaban cerca. Muchas noches se oían ruidos extraños, como de maquinaria pesada, y parecían provenir de aquel sitio. Otra vez, varias personas dijeron haber visto un ovni en la vertical de la Finca.

Por supuesto, lo estoy relatando tal y como lo veía entonces, como un niño de diez años. Entonces aquel sitio me producía una indescriptible sensación de irrealidad. Me espeluznaba y me atraía a partes iguales. Era una burbuja de otro mundo dentro de la ciudad. Una especie de espejismo rural dentro de la pesadilla caótica y desarrollista en la que vivíamos. Los que estábamos fuera no podíamos entrar y los que estaban dentro no podían salir porque eran mundos diferentes, sencillamente.

Visto así, parecía lógico. Pero, en realidad, era cuestión de tiempo que acabásemos colándonos dentro. Recuerdo perfectamente que aquel día estábamos cinco: Chimeno, Parra, Urko, yo... y Cabeza de Bombilla.

Continuará

domingo, 30 de octubre de 2011

Vencedoras y vencidas


Llevaban mucho tiempo enzarzadas en una guerra cruel que no pasaría a la historia y que no importaba absolutamente nada a nadie. Pero aquella guerra tuvo episodios bélicos notables, cuyo relato nada tendría que envidiar a las hazañas bélicas de los humanos. 

Al fin, tras todo ese tiempo, las hormigas del hormiguero más cercano a la boca de riego se habían impuesto a las del viejo y reseco pino carrasco. Triunfantes, un puñado de obreras trasportaba el cadáver despedazado de la Reina rival. Dos de ellas llevaban las alas; otra, la cabeza y parte del tronco. La mayoría, no obstante, tenía que conformarse con trofeos mas pequeños: las patitas, una antena…

Era la victoria: aquellas que las habían sojuzgado pasarían a formar parte de la despensa del hormiguero, en un momento, además, en el que hacían falta reservas para afrontar el cercano y duro invierno. Tras él, con la primavera, otra Reina volvería a liderar el hormiguero rival y comenzaría una nueva guerra, sin que nadie recordara ya la anterior.

domingo, 16 de octubre de 2011

Si no sabes cómo se escribe algo, lo pones en Google, y Google te corrige

Me da miedo hablar.
Hay cosas que sólo se pueden decir con el silencio
y cualquier otra cosa es mentira.

Me da miedo escribir,
tengo miedo de que demasiadas palabras,
juntas,
sean más fuertes que yo.

Me da miedo no escribir bien,
que si no escribo las palabras adecuadas,
se acabe estropeando para siempre el mundo,
como con un conjuro leído alrevés.

Me da miedo haberme olvidado ya de las palabras.
Me dicen que no importa,
que si no sabes cómo se escribe algo,
lo pones en Google y Google te corrije corrige.

Eso me da todavía más miedo;
que todos acabemos siendo tan fríos, rápidos, asepticos, sabios y blacos
como el cerebro omnisciente y ubicuo de Google,
que vive y reina por los siglos de los siglos,
amén.

jueves, 13 de octubre de 2011

La ardilla de Estrabón

Estrabón fue un geógrafo Griego de la antigüedad que recorrió Europa en tiempos de la Pax Romana, describiendo la gente y los lugares por donde viajó. A él se atribuye la idea de que, en tiempos de los romanos, la Península Ibérica era tan verde y frondosa que una ardilla podía cruzar Hispania desde los Pirineos a Gibraltar sin bajarse de las ramas de los árboles.

A mi esta historia, que oí de pequeño, siempre me ha dado muchísima pena. Tanta que se me saltaban las lágrimas. Ya no sólo por la sensación de pérdida irreparable que me producía imaginarme que el secarral de mierda donde vivo estuvo alguna vez cubierto de tupidos bosques, sino por la ardilla en sí misma: me imaginaba a la ardillita, con su cara de ardillita triste, dirigiendo su mirada miope de ardillita triste hacia un mundo desarbolado que ya no le pertenece y me daba mucha pena.

Hace tiempo, quise buscar la cita de Estrabón original: cuáles fueron sus palabras exactas con relación a la ardilla, los bosques, Gibraltar, los Pirineos… pero no la encontré. No la encontré porque Estrabón nunca dijo nada ni tan siquiera parecido. Es una cita apócrifa y el verdadero autor de la misma es nada menos que Félix Rodríguez de la Fuente. El capítulo 1 de El Hombre y la Tierra, arranca diciendo que el historiador (en realidad era geógrafo) romano (era griego) Estrabón decía eso (y en realidad nunca lo dijo).

El naturalista que divulgó la sensibilidad medioambiental en este país de Toro de Vega, Correfocs y Toreros Tuertos, se lo sacó todo de la manga. Pero aún así pasó al acervo popular y, al menos, ha servido para difundir la conciencia ecológica.

Lo que sí encontré, leyendo textos clásicos, es una cita de Plinio el Viejo que viene a decir que los montes de Hispania eran tan secos y áridos, y crecía tan poca cosa en ellos, “que no tenían más remedio que ser ricos en minerales”.

En realidad, no sé que me da más pena, si pensar que esto alguna vez fue tan verde que una ardilla podía cruzar el país de árbol en árbol o pensar que nunca lo fue.

Por cierto, Estrabón nunca estuvo en Hispania. Plinio el Viejo sí. Era un geógrafo riguroso que acabó muriendo, asfixiado, en los alrededores de Pompeya, durante la erupción del Vesubio. Estaba fascinado con el fenómeno volcánico y, desoyendo los consejos, no se quiso alejar porque quería observar todos los detalles y dejar constancia.

¿Qué quiero decir con todo esto? ¿Qué demasiada realidad mata y que una pequeña trola puede contribuir a mejorar el mundo? Yo que sé. Sólo sé que pienso en la Ardilla de Estrabón, y en los árboles, y en la muerte de Plinio el Viejo y me da mucha pena todo.

sábado, 1 de octubre de 2011

Tango suicida

Tango Suicida (Extremoduro)



Sangre negra de esta herida brota.
No dejo de pensar
que te dejé marchar.
Nunca había estado un alma tan rota:
desde que tú no estás, no quiere recordar.

Se pasó una vida entera y yo solo guardo el recuerdo de unas pocas horas.
Era primavera y el sol salió ese día por ponerse a tu vera.
Y el olor de un día de enero, estribadito en tu agujero, sigue en mi cabeza.
Y un verano, juntos de la mano, de pasar la noche fuera.

Ya todo el año me hace daño y me vuelvo a llevar a patadas con la primavera,
y junto a las hojas que el otoño vino a derribar, me dejé llevar, me dejé llevar.

¿Qué te corre por las venas que te noto que te falta nena, temperatura?
que algo te hiela, eso me apura, toma una vela.
Deja que te diga, nena, que lo nuestro no es equitativo;
todas las noches que estoy contigo, tú eres quien come, y yo soy comido.

Deja que te diga la razón, si tu imaginación
no encuentra una sola respuesta.
Tú deja que te claven un arpón justo en el corazón,
así lo mismo te contesta.
Morir, sin más, pues nadie me ha venido a despertar,
¡no está!, me abrí y nadie me ha venido a despedir.

Sin nada mejor que andar por dentro hurgándome. 
Sin nada mejor que hacer,
tostándome al sol, hurgando en el recuerdo y
no lo entiendo mejor que ayer.

-Dinos qué te pasa. -Estoy jodido,
perdí la conciencia,
y ahora busco siempre sumergido
en montones de mierda.

-¿No ha dormido bien el señorito?
-Iros a la mierda.
-¿Qué no se acostumbra a estar solito en esa cabeza?

Dices que te hago daño ¿Es que no entiendes que te extraño a mi manera?
ya que preguntas, pa' ahogar mis penas,
me fui de putas la noche entera.

Dijiste que nunca mintiera, que dijera la verdad aunque duela
¿Por qué me miras
de esa manera?
Después te fuiste y "adiós muy buenas"

Deja que te diga la razón […]

Hoy noto que no, que no me da la gana, y una vida doy por saber
si un mundo mejor esta esperándome mañana.
Un mundo mejor que ayer.

Anda y cuéntale a tu diosecito,
que aquí huele a mierda.
Y dijo Judas: "solo necesito
un trozo de cuerda."

lunes, 12 de septiembre de 2011

El problema de los revivals y la paradoja de Cuéntame Cómo Pasó

La de los '90 fue la década en la que se popularizó el concepto de revival y fueron los años, sobre todo, de revival de los '70 y finales de los 60. El indie, el grunge y el garage evocaban el sonido crudo del rock de los '70. El ska jamaicano volvió a ponerse de moda. Con la new age se volvio a hacer caso a los jipis. Las camisas de franela y la Ruta del Bakalao fueron las principales aportaciones de los '90 de cara a la posteridad, pero también tenían su punto jipi y sesentero a poco que se rascase. De hecho, la ruta del bakalao era un híbrido original de varios elementos muy de 1970: los sintetizadores, los tripis y la confianza optimista en las posibilidades de la tecnología aeroespacial. ¿Existe, acaso, algo más bakala que una nave espacial, todo tuneada con sus lucecitas de colores, antenas y tubos de utilidad inescrutable?

Los años 2000 fueron, sobre todo, años de revival de los '80 y de finales de los '70. Julien Temple se lio a hacer documentales de Sex Pistols y The Clash. (Otro menda que no recuerdo ahora como se llama hizo lo propio con Joy Division en 24 Hours Party People). Se volvió a poner de moda la Movida Madrileña, Malasaña, el Rock Radical Vasco, el punk. Los artistas de los '80 que no estaban muertos (y algunos que sí lo estaban) regresaron: Los Hombres G, Antonio Vega, Ouka Lele, Cock Sparrer. La Polla Records tuvo una segunda alegre juventud, antes de que lo dejaran en 2004 y, por algún motivo, se volvio a hacer caso a Fermín Muguruza. Hubo un clamor pro-Barrio Sésamo y pro-La Bola de Cristal y los correos electrónicos reivindicando lo guay que era ser parte de la generación que se había criado en los '80 constituyeron el 12% del tráfico total de datos en Internet de nuestro país durante todo 2006, según estudios independientes.

En la década de los diez está en ciernes el revival de los '90. Las mallas ajustadas ya están aquí y pronto volverán las camisas de leñador, (si no han vuelto ya y yo no me he fijado). Nuevas formas de bakalismo se están extendiendo entre los jóvenes y nuevas drogas asociadas a ellas (¡estramonio, la sustancia del demonio!)... pero en general se está viendo un problema: los '90 tienen menos elementos originales que otras épocas para revivalizar, ya que muchos de los elementos propios de los '90 eran ya revival de otras décadas.

Y el problema es todavía más grave si pensamos en qué pasará en las décadas de 2020 y 2030. Cada vez ha venido habiendo más revivals en más ámbitos artísticos (y más descarados). De ahí el auge de las películas de superheroes tras los ataques del 11-S en Nueva York, completamente paralelo al que vivieron los cómics en los que se han basado esas películas durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.

De seguir así, ¿qué es lo que nuestra época va a legar a sus vástagos, para que lo vacíen de contenido y comercien con una versión vana e insustancial de ello? ¿Habrá revivals de los '70 y de los '80 otra vez en los '20 y en los '30? ¿Y así sucesivamente, por los siglos de los siglos?

El problema de los revivals me ha recordado vagamente a otro: la Paradoja de Cuéntame Cómo Pasó. Cuéntame Cómo Pasó, la serie, comenzó a emitirse en 2001, y narraba la situación a principios de 1968. Diez años después, va a comenzar a emitirse la 13ª temporada, que transcurre a finales de 1979. Por lo tanto, un año en la realidad corresponde a 1,2 años en Cuéntame Cómo Pasó. De esto, se colige que si la serie líder en la televisión española se sigue emitiendo durante el próximo siglo y medio (algo improbable, pero no imposible), llegará un momento, en el año 2160, para más señas, en el que la serie empezaría a narrar hechos contemporáneos a su emisión. A partir de 2161, tendrá que empezar a realizar predicciones del futuro inmediato.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Duro paquete de medidas antidéficit

1. Privatizaremos todo el sistema educativo. Haremos que todos los colegios sean de pago. Todos los institutos serán de pago, también. Y todas las universidades. Espacios de libertad, privados y bien caros.

…Y luego multaremos a todos aquellos que escriban con faltas de ortografía, lean si-la-be-an-do y no se sepan la tabla periódica.


2. Privatizaremos la sanidad. Serán privados todos los hospitales, residencias de ancianos, ambulatorios, servicios a personas con diversidad funcional… todo de pago y bien caro. ¡Que el estado no puede andar pagando medicinas para todo el mundo! ¡Que eso es un dispendio, por Dios!

…Y luego multaremos a todos aquellos que estén enfermos, sean adictos, tullidos, viejos y demás. ¡No podemos permitir que haya individuos patógenos en nuestra sociedad, lastrando e infectando a los que estamos sanos!

3. Reduciremos los salarios de los trabajadores y recortaremos, mediante expedientes de regulación de empleo, las plantillas de las empresas, manteniendo los niveles de producción. Aumentaremos, de ese modo, la productividad.

…Y luego multaremos a todos aquellos individuos que no contribuyan al sostenimiento de la economía española gastando un mínimo mensual de 600 euros en artículos de consumo.

Sí. Les multaremos por ser pobres. Sabemos que es una idea atrevida, pero es el tipo de medida que está necesitando la economía española para recuperarse. Es la señal que los mercados esperan de nosotros para volver a confiar.

4. Revalorizaremos la vivienda. Suprimiremos los programas de VPO y las ayudas al alquiler. La casa es un bien preciado y ha de pagarse por ella el precio que marque el mercado libre.

…Y luego sacaremos de las calles (y multaremos) a todos los indigentes. También a todos aquellos que autoconstruyen sus viviendas en cañadas y ríos, al margen del sistema. Por supuesto, el mercado libre es libre dentro de lo que nosotros llamamos libertad.

5. Verteremos la leche producida en las regiones del Cantábrico y quemaremos las cosechas de la Meseta, con objeto de elevar los precios de esos productos, ajustarlos a los topes de producción europeos y mejorar su rentabilidad.

Si con esto acaba sucediendo que nuestros productos agrícolas dejan de ser competitivos en el duro mercado global, mala suerte. Importaremos estos productos desde otros países, como dictan las normas del libre mercado global.

…Y luego, a los agricultures, les multaremos por ser pobres.

6. Se siguen admitiendo propuestas de parte de los distintos actores económicos para seguir completando este paquete de medidas.

-. Y a la ciudadanía en general, les explicaremos que lo hacemos por su bien. Que tenemos que introducir este duro paquete de medidas… mmm… este duro paquete de medidas… este duro paquete de medidas… XXL… Sí, sabemos que todo esto suena un poco obsceno, pero es por vuestro bien… tenemos que introducíroslo, oh, sí… ya sabéis vosotras/os por donde.

Publicado en: http://historiasmediocres.blogspot.com

martes, 6 de septiembre de 2011

El último tren

El tren que me va a sacar de aquí, mi única oportunidad para salvarme, llega con un retraso de dos horas. Dicen que hay trenes que sólo pasan una vez en la vida. Además de ser una metáfora acertada, podría ser el eslogan de los ferrocarriles de la Compañía.

Durante años, los gobiernos -en la época en que aún había gobiernos- invirtieron cantidades ingentes de dinero en construir kilómetros y kilómetros de vías férreas. Ahora pertenecen a la Compañía y la mayor parte de ellas están cerradas. Languidecen y se oxidan sobre los páramos abrasados por el sol. Los ladrones de metal han convertido algunos tramos en simples caminos de piedra que, como el resto de caminos de nuestro país, no conducen a ninguna parte.

Pero sí sigue funcionando el Tren del Norte, muy rentable para la Compañía, a juzgar por la relación entre la calidad del servicio y el desorbitado precio que hemos pagado por nuestro billete todos los viajeros que nos hacinamos en el vestíbulo.

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La taquillera me ha mantenido por un segundo la mirada cuando le he tendido mi pasaje y mi salvoconducto. He pensado que quizá sospechaba de mi, pero, en seguida, me ha devuelto mis documentos y ha vuelto a su atenta lectura del catálogo de ofertas de un supermercado.

Luego han pasado dos agentes de seguridad, altos y serios como puertas cerradas. Ni me han mirado. Me he quedado algo más tranquilo.

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Todavía una hora para que venga el tren. Apenas puedo disimular mi nerviosismo. Ignoro por qué viaja al Norte el resto de pasajeros y, del mismo modo, intento que ellos ignoren por qué viajo yo. Quizá algun otro no esté viajando por negocios para mayor gloria de la Compañía y, al igual que yo, quiera desertar de este desierto de mugre y desidia.
Lo primero que voy a hacer cuando llegue al Norte es entrar en una biblioteca. Tengo ganas de...

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Hasta aquí la transcripción del manuscrito requisado al detenido. Se adjuntan estas notas por si procediera imputársele un delito tipificado de calumnias a la Compañía, habida cuenta del contenido difamatorio de las mismas. En tal caso, recomendamos que la sanción económica que, con toda probabilidad, se derivará del proceso se sume a la factura (que paga subsidiariamente la familia del detenido) de la institución psiquiátrica donde reside el sujeto. Institución en la cual, antes de su fuga, ya cumplía condena por desorden mental, conducta asocial, mercadofobia y grafomanía.

El instructor.

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HISTORIAS MEDIOCRES

Vida nueva, blog nuevo. 'En la oficina nadie sospecha nada' estaba muerto desde hacía ocho meses y resucitarlo era tarea complicada. Dejemos las resurrecciones para Jesucristo y los zombies y pinchemos todos, entusiasmados, el enlace de arriba.

viernes, 2 de septiembre de 2011

EMPEZAR

–Joder. ¡No entiendo nada!
–Tranquilo. Lo difícil es empezar. Una vez empiezas, le coges el tranquillo y se acaba convirtiendo en un proceso automático. Cuanto más lo haces, menos te cuesta y mejor lo haces. Es como hacer flexiones, montar en bici o follar.
–¿Me estás comparando manejar el editor de noticias con follar?
–Vale. Vale, no es una buena comparación. Pero tampoco es una obviedad, eh. Algo es algo. Venga, aquí tienes una comparación obvia, de las que a ti te gustan: [con voz engolada] “manejar el editor web es como escribir un relato, lo difícil es empezar, pero cuantas más palabras van llenando la página, menos cuesta poner las siguientes”. ¿Contento?
–Eres un friki. ¡Y lo que yo no sé es por qué cojones tengo que aprender esta mierda de frikis!
–Porque tú quieres. Me has pedido que te enseñe y yo te enseño.
–Pues, entonces… ¡lo que no sé es por qué tengo que poner otra vez las palabras clave de la noticia en este campo de aquí, si ya las he puesto en la pestaña de publicación!
–Pues podría darte una compleja explicación técnica, pero básicamente es porque los que hicieron este programa son unos chapuzas y, además, italianos.
–Antes, para trabajar como periodista no había que saber nada de ésto…
–No. Había que saber manejar linotipia, offset, télex… Y tú tampoco sabes nada de éso. Corrígeme si me equivoco.
–Joder. Ya sabes a lo que me refiero. Tengo 35 años, hice un máster, he hecho cursos... Y nada de eso vale, porque alguien ha decido que todo el modelo iba a irse a hacer puñetas y que, además, los periodistas tenemos que valer igual para un roto que para un descosido. No puedo pasarme toda la vida reciclándome. Empezando. Una y otra vez empezando.
–No te pongas dramático y míralo así: trabajabas en un periódico de papel cuya versión online la realizaba un equipo distinto. Se han follado a ese equipo para ahorrar y tú te has quedado. Has tenido suerte.
–Me he quedado de momento. Si no aprendo esta mierda, me follan a mí también. Aquí, encima de esta mesa y con una polla de negro de ésas tan grandes que no se sabe si es una polla de negro o un brazo de gitano. ¡Mierda! ¡Joder! No se carga la foto. ¿Por qué hostias no se ve la puta foto ahora? ¡Cojones!
–A ver. Mira el peso. Ya está. Cuando la has cambiado antes se te ha olvidado ponerle peso 7, lo has dejado en peso 0. ¿Ves? Ya carga.
–[Más tranquilo] Vale. Ahora falta el pie de foto.
–El pie de foto… [canturrea] ta–ta–ta–ta… mira, das aquí, y se abre otra pestaña. Ya te digo, lo difícil de todo esto es ponerse, empezar... Y es muy importante, antes de empezar, plantearse qué es lo que quieres hacer y cómo lo quieres hacer. “No hay ningún viento favorable para quien no sabe adónde va”. ¿Quién lo dijo?...
–Lo difícil es empezar. Lo difícil es al principio. Y yo siempre estoy empezando. ¡Siempre estoy en el principio de la historia!
–Por eso escribes relatos cortos.
–¡Por eso soy un mierda! La gente va construyendo su vida apilando unas cosas sobre otras y eso es su vida, no sé, su recorrido, su carrera… las cosas de las que están orgullosos… yo estoy tirando abajo todo el rato las fichas del lego, como un niño estúpido y descoordinado que da manotazos porque no sabe jugar a nada más.
–Eh… ¿ya no seguimos hablando del trabajo? ¿No?
–No.
–No estás bien con Mila. ¿No?
–No estoy con Mila.
–Joder. ¿Qué hacemos aquí? Venga, anda, levanta. Vamos a la cafetería y hablamos.
–No. Quiero acabar esto antes. A ver si soy capaz de no dejar a medias por lo menos una sola cosa.
–Bueno, ya está casi acabado. Sólo tienes que darle a publicar.
–¿Aquí?
–Sí.
–Ta–ta–ta–ta
–¿Y bien?
–Espera…
–Espero.
–Vaya.
–¿Y ahora que pasa?
–Error del servidor. Dale atrás en el navegador.
–Ya voy. Ya está. ¿Y todo lo que he hecho?
–Pues parece que no está.
–¿Entonces…?
–Otra vez a empezar.