Sudáfrica 1995. Los Springboks, el combinado de Rugby de la minoría blanca juega bajo la bandera de la nueva Suráfrica de Nelson Mandela. En principio, ni los blancos se identifican con la bandera ni los negros con el equipo, pero los Springboks ganan el mundial y se convierten en el símbolo de todos. Unos y otros se enfundan en la vistosa bandera surafricana y aprenden a recitar la alineación de la selección nacional y los versos en xhosa, zulú, afrikáner e inglés del hermoso himno nacional sudafricano, Nkosi sikele iAfrika.
Sudáfrica 2010. El Barça juega bajo la bandera de España y gana la copa del mundo (jojojo). La historia se repite: jolgorio y trapos de colores que se convierten en lo único que une y que puede unir a gente de muy distinta condición social y forma de pensar.
Nelson Mandela y Vicente del Bosque, --que comparten el hecho de tener cara de buenas personas y haber hecho cosas en la línea de demostrar que, además, lo son--, nos enseñan una gran lección: hoy en día, las patrias, las naciones... son una camiseta y nada más que una camiseta. Y menos mal. Mucho más que esencias étnicas, ideológicas o culturales, la patria en el mundo posmoderno es un icono pop. Una camiseta y un eslogan... nada de batallas, mártires o catecismos que son, al mismo tiempo, más aburridos y más peligrosos.
Ha habido algo que me ha emocionado de estos días de delirio colectivo tras la victoria incuestionablemente merecida de la Selección Española en el Mundial. Me he emocionado, pero no porque me sienta especialmente orgulloso de la hazaña deportiva (lo disfruté mucho como espectáculo, pero sin más), y mucho menos me emociona el despliegue de simbología nacional en las facha-das. Estos días me he emocionado porque creo que lo que ha sucedido es lo contario a una exhibición nacionalista: me he emocionado por ver que España (mi país, que antaño fuera un lugar opresivo, de vergonzantes estereotipias raciales y culturales) puede ser hoy simplemente una camiseta que le vale igual a un senegalés que a moldava que a uno de Barcelona que, por otra parte, es transexual.
Yo vi el partido en la casa de un amigo en la zona de Alvarado, la pequeña República Dominicana de Madrid. Salimos y una gigantesca fiesta copaba todo ese tramo de la calle Bravo Murillo. Bailaban juntas personas de como veinte nacionalidades distintas y todas ellas enfundadas en trapos rojigualdas. Un niño oriental que iba o venía junto con su familia me envolvió en la gigantesca bandera que llevaba y gritó "¡viva España!". No me quedó más remedio que responder "¡Viva!".
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miércoles, 14 de julio de 2010
jueves, 22 de octubre de 2009
¿Una piscina en el tejado de un edificio de la Gran Vía de Madrid?
¿Es esto lo que yo creo que es?
Ver ¿Una piscina en el tejado de un edificio en plena Gran Vía? en un mapa más grande
Si alguien tiene información acerca de esto le agradecería que arrojase luz sobre ello en los comentarios. Y si alguien vive o trabaja allí y me invita a bañarme en su super-piscina-en-lo-alto-de-un-puto-edificio-en-plena-Gran Vía puede contactarme en gary(dot)gillmore(at)gmail(dot)com. Estoy dispuesto a compensar a esa persona como sea (pero siempre con preservativo).
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domingo, 4 de octubre de 2009
Madrid 2054
"Pero qué bien le hubiesen venido esos Juegos a Madrid, me cago en diez. La ciudad cambiaría definitivamente. Me gusta eso. Mira si seré ingenuo. Pensar que vencería esa atracción permanente y cancerígena por el caos urbanístico, que doblegaría definitivamente a su más preocupante enemigo interior -el peor casticismo- en ese pulso que mantiene sigilosamente entre el bien y el mal. ¿Cómo? Proporcionándonos un baño agradable con espuma de cosmopolitismo definitivo, una limpieza de telarañas mentales, tan dañinas en los cerebros de algunos. Las que se vienen observando desde hace años y que tratan de convertirla en el bastión del nacionalismo españolista más despreciable, simple y revanchista. Ahí está, al acecho. Hace pocos años, se le notaba latente. Ahora resulta escandalosamente evidente. Aunque aquí, en esta ciudad maravillosa que no pregunta a nadie su procedencia, haya sitio para todo Dios, incluso para los cerriles".
Jesús Ruiz Mantilla, en El País. Yo estaba en contra de la candidatura de Madrid a los JJ. OO. De ésta y de la anterior... Bueno, sobre todo al principio... al final ya no sabía ni que pensar y si eso era así es un poco por lo mismo que dice Mantilla. (Que hay que ver que bien lo dice).
viernes, 2 de octubre de 2009
Editorial
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