sábado, 29 de mayo de 2010

Tachán

AHORA MÁS LARGO Y 
DIFÍCIL DE ESCRIBIR !!!

www.enlaoficinanadiesospechanada.com

Siempre estoy empezando relatos...
y dejándolos a medias.

Y, bien... para celebrar que este blog cumple dos años, lo que para mí es todo un hito en términos de continuidad, me he decidido a comprar --por U$ 10-- el dominio enlaoficinanandiesospechanada.com

viernes, 28 de mayo de 2010

La versión de ti que vive en mi cabeza

La versión de ti que vive en mi cabeza



La versión de ti que vive en mi cabeza,

he de decirte,

es mucho mejor que tú.

Es más guapa, más lista, más sincera.

Pero yo, de todas maneras,

te prefiero a ti.



Entre tú

y la versión de ti que vive en mi cabeza

me quedaría mil veces contigo.



Si supiera en que parte de mi cerebro vive

la versión de ti que vive en mi cabeza

iría allí con un bisturí

y la desahuciaría.



Y es que

la versión de ti que vive en mi cabeza

no me deja ni un minuto en paz.

Se acuesta conmigo,

se levanta conmigo.

Es más guapa, más lista y más sincera

que tú,



pero tu versión de carne y hueso

folla mejor

Capitalismo para extraterrestres

Artículo extraído de la 5475ª edición corregida de la Guía del Autoestopista Galáctico

Capitalismo: El capitalismo es un sistema económico por el cual los tontos entregan la plusvalía de su trabajo a los malvados. Los malvados acumulan todo el dinero y los tontos, el trabajo y, a veces, ni eso.


El capitalismo es actualmente el sistema económico predominante en el Planeta Tierra, de lo que se deduce que la inmensa mayoría de la población de la Tierra es o bien tonta, o bien malvada. O bien ambas cosas a la vez. [Ver art. "Cómo conquistar el Planeta Tierra en menos de siete minutos"]

La población de las sociedades terrícolas que se rigen por la economía capitalista está estratificada en tres clases sociales: los tontos, los malvados y los tontos malvados, también llamados pequeños burgueses.

Reforma del capitalismo: Muchas veces a lo largo de los últimos siglos se ha extendido la noción entre los terrícolas de que es necesario cambiar el sistema capitalista, bien por la vía de la revolución, bien por la vía de la reforma. Es esta última consideración la que actualmente está más extendida. La reforma del capitalismo está condenada al fracaso porque, aunque muy muy poca gente en el Planeta Tierra sale ganando de verdad con el sistema capitalista, es exactamente la misma gente que tiene en su mano la potestad de cambiarlo o no.

Sin embargo, NO SE ASUSTE. Aunque el sistema capitalista pueda parecer especialmente despiadado para los terrícolas, ofrece una serie de ventajas notables para cualquier extraterrestre que decida hacer turismo en el sucio y ridículamente pequeño (aunque levemente exótico) Planeta Tierra. La mayoría del dinero terrícola no es físico, sino que reside en forma digital en sistemas informáticos primitivos absurdamente fáciles de piratear. Le resultará pasmosamente sencillo añadir una serie de ceros tan larga como usted desee al final de su saldo bancario [Ver art. "Sin noticias de Gurb"]. Con el suficiente dinero, a nadie en la Tierra le importará si usted tiene una forma no humanoide o si dispone de órganos de los que los humanos suelen carecer, tales como tentáculos, pares adicionales de brazos o antenas o si, por último, usted es de color verde o violeta.

A Douglas Adams, in memoriam

jueves, 27 de mayo de 2010

El deseo

Otro más...

El deseo
Sergio López, 2010

Pedro Barredo espera más de la vida. Pedro Barredo no es budista. El budismo defiende que ser feliz no depende de que se cumplan nuestros deseos, sino de rebajar el listón de lo que exigimos a la vida para ser felices. Sin embargo, por la razón que sea, la mayoría de la población creemos estúpidamente que es mucho más sencillo convertir nuestros deseos en realidad que bajar el listón de lo que le exigimos a la vida. La mayoría de la población pensamos que los budistas son unos ridículos conformistas. Pedro Barredo también lo piensa. El deseo cumplido proporciona una satisfacción fugaz, según explica Freud, ya que inmediatamente surgirán nuevos deseos, nuevas aspiraciones, cuya no obtención se convertirá en fuente de infelicidad. Pero Pedro Barredo no ha leído a Freud, ni ganas. Pedro Barredo quiere que se cumplan sus deseos y quiere que se cumplan hoy. Ya mismo. Pedro Barredo ha tomado una decisión.

Pedro Barredo pone la tele y desayuna con el presentador de las noticias del canal 24 horas. Europa y el FMI alaban las medidas de Zapatero. A Europa y al FMI les mola el duro paquete de Zapatero. El duro paquete de medidas antidéficit que el Gobierno está dispuesto a introducir inmediatamente. Joder: hay algo pornográfico en todo esto, piensa Pedro Barredo: Nos van a dar por culo. Vaya manera de comenzar el 18 de mayo. "18 de mayo: mi cumpleaños", se dice, telegráficamente. Todavía 18 de mayo. Joder, lo normal sería desear que el tiempo pasara lo más despacio posible y más en un día como hoy, no lo contrario: que llegue el puto final del mes de una vez para volver a tener dinero en la cuenta corriente.
Pero se acabó, piensa. Se acabó desear algo tan triste como que el tiempo pase rápido y un mes suceda a otro y éste a otro y éste a otro. Pedro Barredo tiene otros deseos mucho menos mediocres que su mediocre nómina y quiere que se cumplan. Pedro Barredo ha tomado una decisión.

Al final del día de su cumpleaños, Pedro Barredo ha dejado su mediocre empleo, ha dejado a su novia de toda la vida (y también ha descubierto que su amante eventual y clandestina de los últimos meses ya no está interesada en él). Pero Pedro Barredo experimenta esta noche la felicidad fugaz de ver sus deseos cumplidos. Aunque sean deseos negativos, antideseos. La noche de mañana y el resto de noches ya no serán tan felices. Pedro Barredo ha decidido hoy, como la mayoría de la población hemos decidido, poner rumbo hacia la felicidad por el camino largo.

jueves, 20 de mayo de 2010

"Expanda su material genético por el mundo tanto como le sea posible"

Entrevista con Paramecio XYK-7.090.121.631, inventor de la reproducción sexual
"Expanda su material genético por el mundo tanto como le sea posible"
Dentro de nuestra nueva sección PRECURSORES, ofreceremos entrevistas históricas con personalidades que, a través de diferentes épocas, han ido definiendo lo que somos hoy en día. Hoy, En La Oficina Nadie Sospecha Nada viaja en el tiempo y entrevista a Paramecio XYK-7.090.121.631, inventor de la reproducción sexuada.
BIO: Paramecio XYK-7.090.121.631 vivió en el año 632.002.010 antes de Cristo en las ciénagas poco profundas del Este de Pangea.

Pregunta: ¿Qué tal se encuentra, señor Paramecio XYK-7.090.121.631?
Respuesta: Por favor, llámeme Walter.
P. Oh, de acuerdo. ¿Qué tal se encuentra, Walter?
R. Maravillosamente bien. He pasado un par de meses de vacaciones invernales transformado en espora y he vuelto lleno de energía y con mucho más vigor en mi flagelo, como puede usted comprobar.
[Walter mueve el flagelo]
P. Eh, sí, es cierto. Bueno, ya que nos metemos tan directamente en el asunto, le pregunto: ¿Cómo se le ocurrió lo de la reproducción sexual?
R. Muy fácil. La vida en el limo no sólo era aburrida y monótona -flotando por aquí y por allá; evitando, de vez en cuando, ser deglutido por una ameba- sino que, además, era una vida muy solitaria, muy individual. Éramos unos cuantos los que echábamos de menos compartir algo entre nosotros, intercambiar. A falta de otra cosa, a mí se me ocurrió que podíamos compartir nuestro material genético.
P. Muy bien. Pero, ¿por qué dos sexos?
R. Bueno, he de decir que a mí la idea de dos sexos, al principio, me parecía increíblemente cicatera. Al final es la que se ha terminado imponiendo por motivos prácticos, pero yo pensé en un principio en 16 tipos de sexualidades diferentes y todo tipo de combinaciones.
P. Así que usted no es precisamente partidario de la idea de que el sexo sólo es sano y lícito si tiene lugar entre machos y hembras.
R. Para nada. Además, creo que ese debate no está en la sociedad. Creo que tenemos la suerte de vivir en una época en la que lo que se valora es la experimentación: cuando un paramecio mira a otro no ve un macho o una hembra: ve atractivo material genético para intercambiar.
P. Muy bien. Pues muchas gracias por dedicarnos tanto tiempo y cuídese.
R. Gracias a usted y no olvide de expandir su material genético por el planeta tanto como le sea posible.
P. Me quedo con su consejo, Walter.

martes, 18 de mayo de 2010

El ministro (y el transeúnte)

Con los otros relatos he dejado muy claro que eran ficción con algunos hechos reales en el contexto. Pues este no. Este son hechos reales de principio a fin.

El ministro (y el transeúnte)
Sergio López, 2010


El ministro vio algo por la ventanilla del coche oficial que le resultó levemente incómodo y que le inquietó por un instante. No pudo precisar de qué se trataba exactamente hasta unos segundos más tarde.

Lo que le había desasosegado por un momento era una mancha.

Una mancha, una simple mancha, vista a través de la ventanilla de su coche oficial con chófer, un Volkswagen Phaeton cuyo precio ascendía a 80.000 euros y que recorría las calles del centro de Madrid a toda velocidad, abriéndose paso por entre la brecha que horadaban las sirenas de los coches de policía en el pesado tráfico de la Gran Vía y en la vida cotidiana de los transeúntes de las ocho de la tarde.

Esa mancha, deformada por efecto de la velocidad era, precisamente, un transeúnte.

Un transeúnte: uno más entre esos hombres y mujeres casi invisibles, que casi no existen, y que habitualmente se ven, como manchas deformadas por el efecto de la velocidad, a través de la ventanilla del coche oficial del ministro en sus frecuentes desplazamientos.

Este transeúnte en concreto se llamaba López y estaba enseñando el dedo corazón en un ostensible gesto de desprecio. Era aquello lo que había causado la fugaz intranquilidad del ministro.

El ministro se dirigía a alguno de los actos programados dentro de la cumbre UE-América Latina que tenía lugar en Madrid esos días. Su coche oficial era uno más entre los cientos de carísimos coches oficiales de alta gama, con chófer, cristales tintados y escolta policial, que estaban atravesando a esas horas las calles del centro de Madrid; quemando un montón de gasolina, dejando sordos a vecinos y turistas, interrumpiendo el tráfico, interrumpiendo conversaciones telefónicas con sus dispositivos inhibidores de frecuencias y obligando a ciclistas y conductores de ciclomotores a hacer maniobras de emergencia para evitar ser arrollados.

López acababa de salir hacía un rato de la oficina donde desempeñaba su trabajo temporal mileurista que se le acababa en dos meses (y después, ¿qué?) y había decidido dar un paseo por el centro para relajarse tras su estresante jornada y dejar de preocuparse por cosas como "y después, ¿qué?".

El ministro acababa de salir hacía un rato por la tele justificando las medidas de austeridad recién aprobadas por el Gobierno. Medidas que suponían que López y otros cuantos millones de transeúntes mileuristas como López pagarían más dinero en impuestos indirectos y recibirían menos dinero en protección social y servicios públicos para que, de esa forma, las grandes fortunas pudieran ganar todavía más dinero del que tenían y no se largaran con sus millones a otra parte. El ministro sabía perfectamente que eso era un chantaje mayúsculo, pero en ese preciso momento estaba intentando relajarse y dejar de pensar en ello fumándose un Cohiba, regalo, precisamente, de una de esas grandes fortunas aludidas.

Era altamente improbable que la vida de López volviera a interferir con la vida del ministro otra vez. Por más que la vida del ministro sí que hubiera tenido ya una serie de consecuencias notables sobre la de López.

Por lo general, al ministro, la gente como López, los transeúntes, esas manchas casi inexistentes e inapreciables que veía a través del cristal de la ventanilla de su vehículo oficial de 80.000 euros cuando iba de un lado a otro escoltado por la policía, le afectaban sólo una vez cada cuatro años.

Era altamente improbable que López volviera a votar al partido del ministro alguna vez.

miércoles, 12 de mayo de 2010

La fuga

Un microrrelato...

La Fuga
Sergio López, 2010

--Verá. Yo le he llamado por una fuga --dijo con cierto nerviosismo, al tiempo que cerraba la puerta de un puntapié.
--Pues, oiga, se ha equivocado usted. Yo soy cerrajero, no fontanero --le contesté.
--No me equivocado. Le aseguro --el hombre dirigió su mirada hacia sus manos, guiando la mía hacia el mismo punto-- que necesito un cerrajero.
El tipo tenía las manos cruzadas sobre su vientre y, en torno a sus muñecas, unas esposas. Qué chistoso.
--No puedo ayudarle --le contesté
y me dispuse a salir por la misma puerta que él acababa de cerrar.
--Puedo pagarle. Mucho dinero --dijo, al tiempo que se ponía delante de mí para cerrarme el paso.
--¡No! --me negué a seguir escuchando. Siempre he sido un hombre creyente. Toda mi vida se ha guiado por un respeto firme a la Ley de Dios y a la Ley de los hombres. No podía ayudarle, pensé. Era un delincuente. ¡A saber qué habría hecho!
--1.000 euros... 2.000 euros... 3.000 euros... --empezó a recitar, en un tono neutro, mientras yo negaba con la cabeza-- 9.000 euros, 10.000 euros...
--¡Maldita sea! --grité-- Le digo que no puedo ayudarle.
--17.000 euros, 19.000 euros, 21.000 euros... --había empezado a subir las cantidades de 2.000 en 2.000 euros,
pero yo seguía firme. ¡No me vine de Guinea Ecuatorial hace 18 años para colaborar con delincuentes!
--23.000 euros, 26.000 euros, 30.000 euros...
--Noooo --dije, alargando mucho la ‘o’, en un intento de denotar al mismo tiempo paciencia y comprensión.
--36.000 euros, 39.000 euros, 42.000 euros... --seguía recitando.
Yo me decía a mi mismo que me había venido a España huyendo de la corrupción y la miseria y que yo, sólo con el sudor de mi frente... yo estaba dándoles ya a mis hijos un futuro que no podrían haber ni soñado en Malabo. Con eso era ya suficiente.
--45.000 euros, 49.000 euros…
Yo estoy bien. Mi familia está bien. Somos felices con lo que tenemos y doy gracias a Dios por ello.
Aunque también estaría bien que mis hijos pudieran estudiar un año en el extranjero… o un máster en una universidad privada. O... qué demonios... ¡Vámonos de vacaciones un mes por ahí, a un buen sitio!
--Pare ya, por favor --insistí una vez más.
---58.000 euros.
Dicen que todo el mundo tiene un precio; el mío fue esa cifra en concreto: 58.000 euros.
Abrí mi maleta de herramientas.
Podría haber usado la cizalla, pero preferí alardear y hacer mi viejo truco, con dos simples clips. El gran secreto del forzado de cerraduras es que es realmente fácil. Cualquiera puede aprender a forzar cerraduras. Sin embargo, hacerlo en menos de tres segundos requiere cierta habilidad innata y mucha práctica.
--¡Increíble! --exclamó el hombre. Yo me quedé de rodillas sobre la alfombra del salón, paralizado. Antes de que me diera tiempo a pensar en qué había hecho o en la posibilidad de que no hubiese dinero y hubiese traicionado mis principios a cambio de nada, aquel tipo ya regresaba desde alguna estancia de la casa llevando en cada una de sus manos -sus manos criminales liberadas por mí- varios fajos de billetes verdes y morados.
--60.000 euros. Cuéntalos si quieres.
--No hace falta. Está bien así.
--Escucha, eso que acabas de hacer me ha parecido increíble. Realmente, tienes un don para esto, muchacho.
--Lo sé.
--¿Sería posible contratarte para un trabajito de… cerrajería? Sería algo sencillo y no supondría ningún riesgo para ti.
--¡No! --dije indignado. Dispuesto a salir, esta vez sí, corriendo por aquella puerta.
--10.000 euros, 20.000 euros, 30.000 euros…

lunes, 10 de mayo de 2010

Trabajo (2)

Me pagan por levantarme pronto e ir a un sitio a hacer cosas.
Digan lo que digan, mi trabajo está bien,
sobre todo si tenemos en cuenta que hay trabajos que son peores que el mío.
Podría ser:
- Un madero adscrito a la brigada de Protección del Turismo de Madrid que se lía a tiros con los turistas en plena Puerta del Sol.
- Un político de la Comunidad de Madrid que se dedica a poner grandes sumas de dinero público en manos de empresas privadas valiéndose de concursos públicos amañados y recibiendo comisión por ello.
- Un economista pagado por un organismo internacional que fue supuestamente creado para dar fondos monetarios a los países en apuros, pero que en realidad trabaja para chantajear a los países en apuros para conseguir que el dinero de esa ayuda vaya a parar a manos de los muy ricos (a sus propias manos) en vez de repartirse entre quienes lo necesitan.
- Un inversor que chantajea a los gobiernos de los países con batacazos en sus mercados de valores si los países no benefician con sus políticas a los muy ricos (a él mismo) en detrimento de los que realmente las necesitan.
- Un asesino y torturador de toros o de cualquier otro animal indefenso.
etcétera.

domingo, 9 de mayo de 2010

Por fin he conseguido olvidarte, Eveline

Con este tercer relato pongo fin a mi trilogía de relatos sobre drogas, rock'n'roll y (a veces) sexo. Como en los dos anteriores, quiero aclarar que, si bien las descripciones del ambiente donde ocurre la historia y de los personajes secundarios son casi periodísticas y están basadas en experiencias personales recientes, los hechos centrales son absolutamente ficticios y no han ocurrido nunca. El uso de la primera persona es un recurso literario. Y el uso de experiencias personales propias (y pasadas) para construir personajes, también. (Un recurso literario propio de vagos como yo, de hecho). Como vais a pensar lo que os dé la gana de todos modos, no digo más... pero, bueno, estas cosas siempre conviene aclararlas.
    

Por fin he conseguido olvidarte, Eveline
Sergio López, 2010
El ViñaRock es una increíble fuente de riqueza para Villarrobledo. Vecinos y vendedores ambulantes hacen el agosto durante los tres días que dura el festival a base de vender a los asistentes aquellos productos y servicios que la organización no provee con una relación calidad-precio adecuada, como bebidas alcohólicas y comida, o aquellos que la misma no ofrece en absoluto, como higiene y droga.
    En lo que constituye un perfecto ejemplo de lo que es un mercado sin intervención estatal, un mercado libre, regido estrictamente por las leyes de la oferta y la demanda, hay en el ViñaRock unos cientoveintemil pies negros que te ofrecen comprar todo tipo de drogas como el que te ofrece comprar Lotería del Niño.
    –Chicos, ¿Farlopa, speed, marihuana...?
    –No gracias.
    En realidad, tenía razones suficientes para pillarme un buen colocón de lo que fuera, razones objetivas y fundadas, pero fui fuerte y me resistí... más o menos. Además, a saber que era aquella mierda.
    Quería –y sigo queriendo– matar unas cuantas de mis neuronas, infectadas con pensamientos nocivos y que amenazan con contagiar al resto... pero no creo que ésa sea la solución. ¿Y cuál es la solución? No lo sé. Me viene a la cabeza una viñeta de Carlös Areces en El Jueves en la que aparece un tío sin la parte superior de su cráneo, cual víctima de Anthony Hopkins en la segunda parte de El Silencio de los Corderos. Tiene en una mano una cuchara, y en la cuchara un trozo considerable de su propia masa encefálica. En la otra, sostiene el auricular de un teléfono, mientras dice:
    –Por fin he conseguido olvidarte, Eveline.

En fin. Íbamos para el concierto de Mamá Ladilla. Hacía un sol de justicia y estábamos hablando de la posibilidad de domesticar a los pies negros para que realizasen tareas sencillas, a cambio de pequeñas sumas de droga de baja calidad. No sé: comprar el periódico o el pan, pasear al perro. El problema es que nuestras parejas, familias, compañeros de piso, etcétera no nos dejarían tener un pies negros en casa. Habría que ponerles una caseta. Aparte, seguro que se largaban con la pasta de los recados.
   –Chicos, ¿farlopa, speed, marihuana...? –nos preguntó uno de aquellos pies negros.
   –No –respondí yo.
   –No –respondió mi amigo Peña.
   –Mejor. ¡Toda para mí! –respondió el pies negros.
   –Muy bien, tío.
   A continuación nos paró otro tipo.
   –Perdonad, chavales, ¿sabéis donde dan paella? –era la hora de comer, es decir, las cuatro y media de la tarde, y en alguna parte daban raciones de paella a tres euros.
   –No, no sabemos.
   –Y... ¿no sabréis quien pasa speed?
   –Sí. Ahí atrás, un punki. Pero no sé si te va a vender a tí.
   –¿Por qué?
   –No, por nada.

Y ese era el ambiente al inicio de la jornada concertística del sábado 1 de mayo. La totalidad de personas que nos agolpábamos en el control de entrada habíamos dormido unas tres horas y llevábamos borrachos desde mediodía. En Villarrobledo, partir de la salida del sol, la temperatura en las tiendas de campaña asciende a razón de diez grados centígrados por hora –¿es que nadie ha pensado en inventar un aire acondicionado para tiendas de campaña?–, así que sales a las diez de la mañana de la tienda en cuestión en un alarmante estado de deshidratación y la ingestión compulsiva de cerveza se convierte en una cuestión de supervivencia.
   –Joder, siempre que voy a un festival –dijo mi amigo Goro– veinte personas me preguntan si tengo speed o si sé dónde se puede conseguir.
   –Vaya, hombre –dije, por decir algo, porque tengo muy claro que si estuviera en una fiesta en la que también estuviese Goro, y yo no le conociera de nada, sería seguramente la primera persona a la que preguntaría si tiene speed. En el caso de que yo quisiera speed, claro.

Nos pusimos en las primeras filas y empezamos a pegar botes con esa canción tan cojonuda que empieza diciendo "imagínate al papa en chándal". Al lado nuestro había un tipo de unos dos metros diez de altura y unos 38 años vestido con unas bermudas verde pistacho, un chaleco rosa y una camiseta en la que aparecía un fotomontaje en el que se le veía a él y a otros tres tipos travestidos, acompañados de una foto pegada de Chenoa. Encima de la composición se leía "El Azote de Chenoa".
   –¿Qué es esto del Azote de Chenoa? –le pregunté.
   –¡Mi grupooooooooooooooooo!!!! –contestó. Por algún motivo, me hablaba a gritos y miraba hacia mí como si yo estuviese en algún lejano lugar del monte en vez de treinta centímetros más abajo de su cara.
   –Joder... ¡Cómo mola! Y... ¿qué tipo de música hacéis?
   –¡Puuuuuunk!!!!!!!!!
   –¿Y qué tipo de punk?
   –¡Radicaaaaaaaaaaaaaaal!!!!!!!!!!!!!!!!!
   –Ah.
   –¡Hay que ser radicaaaaaaaaaal!!!!!!!!!!!!! –aclaró.
Ahí está, pensé. Un tipo con certezas.
   –Tío, ¿te mola nuestro amigo? –preguntó uno de los individuos que estaba con él–, te lo regalamos.
   –Estábamos dispuestos a pagaros hasta cuarenta euros.
   –Te he dicho que te lo regalamos –insistió. El resto de personas que acompañaban al chaval de dos metros diez empezaban a alejarse y el aludido parecía más que decidido a quedarse con nosotros.
   –Veinte euros es mi última oferta.
   –Que te lo regalamos, tronco, te digo.
   –Entonces, no hay trato.

Me lo estaba pasando de puta madre. Estaba saliendo todo genial. ¡Guau! ¡El Viña Rock! ¿Cómo es posible que no hayamos venido en siete años? Nos hemos vuelto unos modernos de mierda y nos estábamos perdiendo el mejor festival de España. Todo rock en castellano. Un cartel increíblemente parecido al del Viña Rock que habíamos visto hacía siete años. Nosotros no hemos madurado y Viña Rock tampoco. Y eso es perfecto. Yo me lo estoy pasando de putísima madre. Me lo estoy pasando tan bien que no recuerdo nada de lo sucedido el día anterior.
Hasta que ella vuelve a aparecer. Otra vez.
   –Joder, tronco –dice Peña–. Lo tuyo con esa chica es todo un desafío contra la probabilidad estadística.
   Efectivamente. Es estadísticamente improbable, pero allí están, enfrente de nosotros otra vez: ella y el Puto Melenas. Encima ella me ha visto. Me saluda y viene hacia mí. ¿Pero es que no se ha dado cuenta de que no quiero verla? ¿No tiene la más mínima capacidad de empatía o qué? Y, ¿cuánta gente hay aquí? ¿80.000 personas? ¿Cómo es posible que la haya visto cinco veces en 24 horas?

La primera vez pensé, simplemente, que sería mejor no verla durante lo que durase el ViñaRock.
    La segunda ve pensé que preferiría no verla durante una semana.
   La tercera vez pensé que sería mejor que dejásemos de considerarnos amigos por una temporada, porque la amistad es un sentimiento incompatible con los celos y la humillación, que era lo que en ese momento estaba sintiendo.
    La cuarta vez pensé que sería mejor que dejáramos de ser amigos y punto. Porque la amistad es incompatible con los celos, la humillación, la autocompasión, la inseguridad, el sentimiento de inferioridad, el miedo a la soledad, el arrepentimiento, las ganas de llorar, etcétera.
    La quinta vez pensé, simplemente, que no quería saber nada más de ella durante el resto de mi vida.
    Así que se lo dije:
  –No quiero saber nada más de ti durante el resto de mi vida.

La primera vez que nos vimos, el día anterior, no fue casualidad; habíamos quedado en vernos, a una hora determinada en un punto determinado. Fui para allá y ella dijo que había venido con Lino –en adelante, el Puto Melenas–. En el momento que mencionó su nombre sentí como si me hubieran tirado un ladrillo a la cabeza.
    Lino. Ladrillazo.
    ¡Ay! ¿Cómo? ¿A qué juega?, pensé, mientras me palpaba con la mano derecha un costado de la cabeza para ver si sangraba. Pero si ha sido ella la persona que más ha insistido para que yo viniera al Viña Rock... si… si no hubiera sido por ella, seguramente no habría ido… yo había pensado que… que ella… y yo… Lino… ¿Por qué no había mencionado su nombre hasta ahora? Mierda… Soy idiota, pensé. Soy un completo idiota.
    Pese a todo lo dolorosa que fue la brusca caída desde la puta Luna, que es donde estaba yo, en aquel momento lo que le habría dicho hubiera resultado bastante razonable: “preferiría no verte en lo que dure el festival”.
    Pero no dije nada. Me limité a musitar “bueno, me voy. Adiós” y a largarme sin más, justo cuando ella me iba a presentar al grupito con el que había venido. Eso a cualquiera le debería haber extrañado, pero ya he dicho que la empatía no es el fuerte de Claudia.

La segunda vez que la vi, identifiqué también a Lino como el Puto Melenas que le metía mano. Por fin le puse cara; cosa que, la verdad, no me vino demasiado bien. Les vi cogerse de la mano y besarse; cosa por la que habría pagado 400 euros por no ver. Y tuve que tragar con que me lo presentara; algo que seguramente está recogido en la Convención de Ginebra en el capítulo de crímenes de lesa humanidad. Fui bastante desagradable con él, pero supongo que Claudia, de nuevo, no se dio cuenta de nada, o no quiso darse cuenta, y yo tampoco le dije nada. Si lo hubiera dicho, creo que habría sido algo bastante razonable. La segunda vez le habría dicho: "Creo que necesito un tiempo sin verte".
    La tercera: "Lo siento, creo que es mejor que dejemos de considerarnos amigos durante una temporada".
    La cuarta: "Lo siento, de verdad, creo que ya no podemos ser amigos".

Pero no fue hasta la quinta vez que tuve los arrestos suficientes para asumir lo que me estaba pasando. Estaba enamorado de una chica que había elegido ya a otro.
    Si la probabilidad estadística no hubiese jugado conmigo de aquella manera, no habría dicho nada de nada y seguramente hoy estaría con ella tomándome un café y escuchando embobado alguna de las cosas altamente interesantes que ella siempre dice. Pero como la probabilidad estadística a veces es como es, pues yo dije lo que dije.
    La probabilidad estadística... Y quizá algo tuvo que ver también la acumulación de cerveza en mi organismo, el sol, y el hecho de que me apeteciera castigarla. Hacer algo malo, algo que le doliera. Me apetecía quedar como un gilipollas. Me apetecía que ella no entendiera que cojones estaba pasando y que perdiese esa sensación de control de la situación que emana de ella en todo momento. Había comprendido todo el daño que me había causado ella a lo largo del último año y me apetecía devolverle aunque fuera una mínima parte. Así que se lo dije:
    –No quiero saber nada más de ti durante el resto de mi vida.
Ella me miró como si yo fuese un ser horrible. Se le descompuso la sonrisa que llevaba dibujada en el rostro. Se le descompuso el rostro. Me miró como si yo fuera un monstruo que acabara de aplastar entre sus garras algo hermoso y pequeño... no sé, un bebé de foca, o algo así. Me miró con cara de asombro y horror. Odié esa cara por lo que reflejaba. Es decir, me odié a mí mismo.
    –Pero, ¿qué dices? ¿Por qué dices eso, Róber? –preguntó.
    ¿Por qué?, pensé. Porque, si tuviera una pizca de inteligencia emocional y autoestima, te habría dicho a tiempo que no podemos ser amigos, pero a estas alturas ya no queda otra…
    –Hay que ser radical.

Y me largué a por otro litro de cerveza, dejándole con la palabra en la boca. No la volví a ver, ni en el Viña Rock, ni después. Bendita probabilidad estadística.

Y me lo pasé realmente bien durante el resto del festival. Tan bien como me lo estaba pasando antes de la breve conversación que mantuve con ella, o incluso mejor, vaya. Joder, mucho mejor aún.

Y llegué a pensar que lo había conseguido. Que, de golpe y por la mágica acción de trece palabras, lo había logrado. No me acordé de ella en los dos días siguientes. Por fin he conseguido olvidarte, Eveline, pensé.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Trabajo

Según mi he leído en mi horóscopo esta mañana, todos los tauro hemos pedido recientemente un aumento de sueldo y a todos se nos va a ser concedido en las próximas semanas.

Según datos recientes del Ministerio de Trabajo, el 77% de los trabajadores españoles tienen contratos indefinidos y sólo el 23% tenemos temporales... ese dato parece no casar con este otro: de los 14 millones de contratos que se cerraron en 2009, 9 millones eran temporales y sólo 5 millones, indefinidos. En realidad los dos índices son compatibles: lo que sucede es que hay un montón de gente que andamos turnándonos para cubrir el puesto de trabajo de un trabajador y personas que tienen su propio puesto de trabajo más o menos adjudicado. Eso es a lo que se llama la dualidad del mercado laboral español.

Menos mal que yo, por lo menos, soy tauro.

* sólo el 8,3% de los españoles somos tauro.