lunes, 13 de octubre de 2008

Madrid is drowning





Esto de ahí arriba es Madrid y las fotos están tomadas ayer. Es el campamento de rumanos de El Gallinero. Después de las últimas lluvias fuertes, el Gallinero estaba ayer, al igual que estaba hace dos semanas, absolutamente inundado.

Es el sitio más mísero que uno se puede imaginar: un montón de chabolas hechas de tablas de madera, planchas de chapa y lonas publicitarias apiñadas contra el talud que delimita el vertedero de Valdemingómez, donde va a parar la mierda de todo Madrid. Imagínense ese sitio, encima, inundado: dos charcas profundas de 50 metros cada una de lado, con el agua verde y con todo tipo de basura flotando. Y en medio las chabolas.

Y los niños. Un montón de niños pequeños viven en el Gallinero. Fácilmente, la mitad de los más de 200 habitantes. La natalidad es altísima. Cada familia tiene por lo menos tres críos. Ayer, los pequeños se dedicaban a chapotear alegremente, desnudos, en el chorro de agua asquerosa que evacuaban las bombas succionadoras de los bomberos. Un improvisado parque acuático sobre la carretera de Valdemingómez. Nadie les decía nada.

Los bomberos llevan sacando agua desde el domingo y todavía quedaba bastante. Según el Ayuntamiento, las construcciones ilegales de la Cañada Real han cegado la salida natural de las aguas. Según las asociaciones de vecinos, las numerosas obras de urbanización en la zona son las que taponan los torrentes. Lo piensa también el alcalde de San Fernando de Henares, Julio Setién (IU). Lo cierto es que el mapa de las inundaciones del Sureste de Madrid coincide con el de nuevas infraestructuras como la M-45 o la urbanización de los PAUs de Vallecas y Vicálvaro.

En Coslada, donde murió una mujer por la riada del 21 de septiembre y el domingo el agua volvió a arrasar la misma zona donde tuvo lugar aquel suceso (la Avenida de Vicálvaro) ya se resignan a una tercera antes de que las instituciones tomen cartas en el asunto. Muchas personas, al igual que el tipo de la foto de abajo, están instalando parapetos "permanentes" para proteger sus casas o tiendas de la furia del agua.

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