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domingo, 1 de agosto de 2010

Opel Kadett

Este es mi coche. Era mi coche, mejor dicho. Porque ya no es mío (eso seguro) y, además, lo mas proble es que tampoco sea de nadie más, que ya no exista como tal, sino como miriadas de piezas de recambio, adquiridas en desguaces cutres.

Una cosa que llevo años queriendo saber es cómo y dónde terminó mi coche: ¿Desguazado? ¿Incendiado después de ser utilizado como kunda? Las kundas, para quien no lo sepa, son los "taxis" de los yonkis. Cubren la ruta entre la Glorieta de Embajadores y la Cañada Real, la gran favela de Madrid, a 15 kilómetros del centro y alejada de la vista del ciudadano medio. El otro día estuvo apunto de embestirme una de ellas cuando pasaba por la calle Fray Luis de León con mi bici y se me ocurrió que sería algo bastante triste ser un ciclista atropellado por cuatro heroinómanos intentando conducir un coche robado.

He de decir que el Cuerpo Nacional de Policía no me ha ayudado para nada, hasta la fecha, a satisfacer mi curiosidad sobre el paradero final de mi coche. Un agente de la comisaría de Móstoles me aseguró que estaban buscando mi coche "por tierra, mar y aire" antes de estallar en una carcajada delante de mis narices la segunda o tercera vez que fui por allí a preguntar si se tenían noticias del vehículo, después de haber denunciado el robo.

Dentro de tres meses se cumplirán cinco años de su triste desaparición, nunca aclarada. Si alguien lo ha visto circulando por las carreteras de España durante este tiempo, agradecería que me lo comunicara. Sería muy feliz sabiendo que mi coche, el que fue mi compañero de viajes durante tres años, ha tenido una nueva vida. Aunque ya digo que veo bastante imposible que el coche acabara intacto. Si alguien ha adquirido un repuesto de Opel Kadett en estos últimos años, que piense que bien puede estar llevando con su coche un trocito del mío.

En definitiva, si alguien sabe algo de mi coche, que me lo diga: sería importante para mí. Recuerdo viajes legendarios por carreteras de mierda en los que invariablemente alguno de mis acompañantes en el asiento de atrás se empeñaba en encenderse un porro justo cuando nos cruzábamos con un coche patrulla. Desde entonces no he vuelto a tener coche. O, mejor dicho, no he vuelto a tener dinero para tener coche. A los pocos meses del robo me fui a vivir de alquiler a Madrid. Y hasta ahora.

Con mi opel Kadett recorrí las carreteras nacionales y secundarias de España sin aire acondicionado, ni airbag ni cinturones de artás, ni miedo a nada, excepto a que la Guardia Civil nos parase. Era una época loca que se acabó cuando me robaron el coche. Igual me hicieron un favor. Ahora no conduciría habiendo bebido, ni me saltaría el límite de velocidad, ni tendría sexo sin precauciones en el asiento de atrás. Ahora tengo demasiado miedo para hacer cosas, es decir, soy responsable, es decir: soy mayor, he madurado... pero, paradójicamente, no tener coche me hace sentirme menos maduro que entonces.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Mis mejores deseos para estas navidades




Desde la ventana de mi casa se ve esta bucólica estampa navideña. Aprovechando el puente, un montón de catetos han venido a invadir Madrid desde sus putas casas a bordo de sus coches de mierda y encima han pensado que mi calle es un atajo a alguna parte.

Cuando descubren que por mi calle no se llega antes a ningún sitio, sino que, al contrario -dada la afluencia de subnormales que por algún motivo tienen licencia para manejar una tonelada de metal humeante capaz de desplazarse a grandes velocidades- se monta un fenomenal atasco, todos ellos deciden, en su supina idiotez, tirar de claxon. Como si fueran a llegar antes por eso.

Llevo escuchando la sinfonía de bocinas de automóviles desde las 10 de la mañana, hora a la que he llegado a casa. No he podido echarme la siesta ni trabajar.

Esos imbéciles son una pequeña muestra del provervial poco respeto por el silencio que hay en este país, donde políticos, empresarios, iglesia y demás poderes promueven una forma de vida basada en mearse en aquel sabio refrán que dice 'más vale estar callado y parecer tonto que abrir la boca y demostrarlo'.

Estos idiotas, que necesitan de sus grandes y potentes coches para afirmar su eunuca sexualidad tampoco tienen derecho ninguno a obligarme a respirar las asquerosas emisiones de gases tóxicos que producen sus aparatos.

Que se lo traguen todo ellos.

Para ellos va el consejo de hoy. El consejo es éste: Ustedes son responsables del humo que producen, así que no permitan que otros se aprovechen de él: cojan una manguera, la conectan por un extremo al tubo de escape e introducen el otro por la propia ventanilla. Y a disfrutar.